El otro día tuve que ir a Los Pinos. Si hubiera tenido ocasión de anunciar esto en otro tiempo, el efecto de la frase habría sido más llamativo: antes, uno iba a Los Pinos en circunstancias excepcionales, por algo supuestamente muy bueno (recuerdo cómo, de niño, siempre me ponían de ejemplo a los alumnos odiosos que se tomaban una foto ahí con el Presidente porque habían sacado buenas calificaciones), o bien para algo muy turbio. En todo caso, no cualquiera entraba, pero ahora basta trasponer una reja para poder pasearse por casi todo el lugar.

No tiene chiste, debo decir: aunque se usan para exposiciones (una de ellas, la de los cuadros con que se constituyó un acervo ciertamente valioso de pintura mexicana, pero que están colgados por las habitaciones de la Casa Miguel Alemán nomás para que se vea que ahí están), y se les puso el nombre pomposo de Complejo Cultural, los edificios no han sido aprovechados como se podría. Desde luego, el morbo impulsa el recorrido, pues uno se imagina todo lo que debió ocurrir ahí, pero fuera de eso no hay mayor aliciente para la visita. También puede verse la estatuaria del poder y divertirse algo con las poses ridículas de los mandatarios vueltos bronce. Pero poco más.

El caso es que fui porque ahí tuvo lugar el Tercer Encuentro del Programa Jóvenes Creadores del Fonca, en el que me tocó ser tutor. Y sobre esto voy: ese programa, uno de los más valiosos del aparato cultural a cargo del Estado, estuvo a punto de desaparecer con la llegada de la Cuarta Transformación. Los beneficiarios, artistas en cuyas manos está en gran medida el arte mexicano de los años venideros, debieron trabajar enfrentando una horrible incertidumbre, gracias a las ocurrencias de los funcionarios recién llegados, y no fue fácil arribar a la culminación de este año. Lo consiguieron: en el Encuentro mostraron lo que hicieron, y su labor contó una vez más como la razón más poderosa para que ese programa siga adelante y no se desatienda.

Aún hay muchas cosas que deben recomponerse luego de lo que casi fue el desmantelamiento del Fonca, al comienzo de este año. Pero lo importante es que ha sobrevivido. Y no se nos debe olvidar que hay que seguir cuidándolo.