Aspecto de la exposición de los becarios del Programa Jóvenes Creadores en el encuentro organizado en León, Gto., en noviembre de 2018.

 

En el huracán que supuestamente transformará al país, y cuyos vientos se originan en Palacio Nacional, las instituciones del Estado dedicadas a la cultura van siendo de las primeras en sacudirse. Los cambios abruptos, que no parecen tener detrás un trabajo de diagnóstico serio y profundo, da la impresión de que tienen una de dos explicaciones: o los encargados nuevos están emulando las formas de proceder del Presidente, y toman así decisiones arrebatadas e inspiradas por una suerte de iluminación moral para enderezar lo que, a su juicio personalísimo, está torcido, o bien tienen la encomienda de ir desmantelando lo que había, aunque funcionara, pues las transformaciones colosales han de incluir la supresión de los vestigios del pasado.

El Fonca, que por estas fechas cumple tres décadas de haberse creado (sí, en el sexenio de Salinas, ¡uy!), ha estado muchas veces en el centro de una discusión que nunca ha ido a ninguna parte. Se ha acusado de parasitismo a los creadores que beneficia, y a sus funcionarios y a los integrantes de las comisiones que otorgan los apoyos, de toda clase de prácticas corruptas por las cuales los dineros que ahí se manejan estarían sirviendo siempre a ciertas mafiecillas: complicidades y favoritismos a los que, según esas acusaciones, habría que culpar de haber tarado la libertad intelectual del país en beneficio de los gobiernos en turno, del signo que sean. (En este sexenio viene mucho pensar en términos de mafias, y quizás por eso estas acusaciones contra el Fonca han resurgido con vigor. Aquí debo dar mi propio testimonio, para lo que valga. Como seleccionador y como tutor, tanto en el Programa Edmundo Valadés de Apoyo a la Edición de Revistas Independientes —ya extinto— como en el Programa Jóvenes Creadores, me quedó clarísimo que era imposible hacer trampa. Así que las maquinaciones con que fantasean quienes acusan al Fonca de favorecer a quienes no lo merecen, según el capricho o la conveniencia de los jurados, carecen de fundamento. Y estoy seguro de que, al menos hasta que han llegado las nuevas autoridades, el Fonca era una de las pocas cosas que funcionaban inobjetablemente en este país desastroso). (Acabamos la próxima semana).

 

J. I. Carranza

Mural, 7 de marzo de 2019