Nunca habíamos llegado al arranque de la FIL en un clima de incertidumbre, desazón y zozobra como el que tenemos hoy. Mientras estén terminando de acomodarse los miles de libros en los stands, cuando ya vayan concluyendo los discursos de la inauguración —que seguramente serán encendidos, rompedores, épicos—, y cuando ya la multitud esté tomando pasillos y salones, llegará a su punto culminante la dramática tensión que hemos vivido en los últimos días. ¡Qué despliegue de fuerzas! ¡Cuánta astucia, cuánta furia! ¿Y qué irá a resultar del enfrentamiento final entre los dos bandos? ¿Quién terminará imponiéndose? ¿Qué suerte nos esperará después?

      Hablo, por supuesto, del partido México-Argentina: la única confrontación que importa hoy. Comparado con eso, el espectáculo que supondría ver al Gobernador y al Licenciado empiernados en un ring sería poca cosa. Así que habrá que esperar a que acaben de caer los goles y se decida el destino en Catar para, entonces sí, empezar a vivir la feria. Como sus organizadores han repetido, se tratará de una recuperación de la «normalidad» prepandémica, lo que se traduce en volver a atestar todo el espacio de la Expo con la oferta de libros y chucherías, y también en saturar los diversos programas con miles de actividades, al ritmo frenético habitual.

      Ya no me quejo: más bien, me doy de santos con que siga habiendo FIL, en esta realidad tan adversa, y luego de que acaso estuvimos como especie al borde de la extinción y no nos dimos cuenta. Ahora bien: aunque ciertamente hará falta esforzar la voluntad para encontrar algo novedoso, también la costumbre tiene su encanto, y por eso quizás éste sea el año idóneo para dejarse llevar y que sea lo que Dios quiera. ¿Que te tocó ver por enésima vez una presentación de Poniatowska? ¡Ni modo! ¿Que ibas corriendo al baño y te tropezaste con Pérez Reverte? ¡Qué se le va a hacer! ¿Que te metiste por equivocación a una conferencia de Aguilar Camín, pensando que era Alessandro Baricco? ¡Ya qué! Siempre hay cosas peores en la vida, así que lo mejor será fluir.

      Después de todo, y como siempre, están los libros. Tras casi tres años de penurias, es de esperarse que las editoriales ya estén recuperándose y la oferta que traigan sea atractiva. No será barata, eso sin duda: los costos del papel han encarecido obscenamente los libros, y va a ser muy doloroso nomás quedarse viéndolos. Así que habrá que elegir muy bien: títulos que realmente no estén en ningún otro lado, y comparando siempre precios.         

    En cuanto a la presencia de Sharjah, no sé qué esperar: es una cultura tan distante, y las causas de que haya sido invitada son tan recónditas, que lo mejor será dejarse sorprender. Ojalá, sí, haya por lo menos tacos árabes. Es más: que haya tacos árabes para comer mientras estamos viendo el partido de hoy. Ah, qué felicidad.

J. I. Carranza

Mural, suplemento Perfil, 26 de noviembre de 2022