En un momento en que hay asuntos más urgentes a los cuales prestar atención (la pandemia, nada menos), la 4T encontró de rebote cómo cumplir su cometido de exterminar lo que, según su juicio resentido, era una herencia salinista, es decir, maldita. Así que vino el famoso decreto presidencial para la extinción de los fideicomisos, y resultó que, como el Fonca era precisamente uno, de un plumazo quedó proscrito. A la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, le tocó representar el papel de quien se aventaba a salvar al ahogado, pero éste ya se había hundido hasta el fondo.

No obstante esta maniobra (o simulación), la secretaria emergió asegurando que el ahogado ahora iba a estar más vivo que nunca. Es decir: que, al matar al Fonca, estaban dándole nueva vida, más segura, más plena. Y entonces menudearon las abstrusas explicaciones burocráticas para justificar lo hecho. Como ya es costumbre en la 4T, en la embestida —que comenzó el año pasado— contra el Fonca, todo es enredado y confuso. De creer a la secretaria y al mismo Presidente de la República (¡uf!), los estímulos a la creación artística están garantizados hasta el fin de los tiempos. Podría ser. También podría ser todo lo contrario: que un nuevo empujón sumerja al estorbo en las aguas definitivas del olvido y nadie alcance ya jamás a rescatarlo.

En todo caso, lo que hasta ahora ha sido muy significativo, más allá de las torpezas burocráticas y jurídicas de la 4T, es la aversión de algunos de sus protagonistas a todo lo que huela a cultura en este país. Empezando por la socarrona y rencorosa e ignorante secretaria de la Función Pública, que, a poco de consumarse la extinción del Fonca tal como lo conocíamos, tuvo a bien teclear su sorna en tuits que mostraban su calaña: primero, se sumó al coro de quienes han acusado a esta institución, desde sus orígenes, de ser un coto de intelectuales comprados cuyas bocas habrían estado rellenadas con billetes para que no dieran lata; luego, al ver la reacción de la comunidad, todavía se mofó, la secretaria Sandoval: «Serénense artistas».

Ésas tenemos. El Fonca ya no existe. Pero sí. ¿Cómo? Quién sabe. ¿Y qué le espera? Nada permite albergar buenos augurios. Misión cumplida.

 

J. I. Carranza

Mural, 30 de abril de 2020