Entre antier y ayer, la calma pastosa de este tiempo inaudito se vio perturbada por cierta información escandalosa que circuló por Twitter, y que a más de alguno habrá hecho temer una catástrofe. Por supuesto: todos estos términos que acabo de usar son excesivos, pues el origen de tal perturbación era la cuenta de una revista mexicana, supuestamente cultural pero cuya vocación, en realidad, es la explotación mercadotécnica (y muy chabacana) de ciertas posibilidades ¿lúdicas? del idioma… Dado que la importancia de la actividad de las redes sociales se calcula en función del alcance de dicha actividad —si no es multitudinario no cuenta—, no hace falta explicar que en este país no existe ninguna revista importante: la ocurrencia en cuestión ameritó una interacción más bien modesta, de unos cuantos cientos de ociosos. Pero de todos modos dio qué pensar.

Se trataba de una noticia, falsa, según la cual la Academia Mexicana de la Lengua habría suprimido «oficialmente» los signos de apertura de exclamación y de interrogación. Intriga saber las razones que pudo tener quien tuiteó eso a nombre de la revista, si bien, al ver la respuesta cosechada (la misma Academia tuvo que salir a desmentir), la misma cuenta alegó horas después que la intención había sido humorística. En cualquier caso, no es improbable que esa noticia se pensara que alegraría a más de alguno. La prescindencia, deliberada o por ignorancia, de los signos de apertura, es uno de los rasgos más flagrantes del pésimo uso del idioma español, un idioma por cuyas flexibilidad y riqueza expresiva el uso doble de los signos es absolutamente indispensable. Y si alguien quiere que se dejen de usar así, lo querrá sólo por haraganería, y porque no le importa que se entienda o no lo que escribe. (Veamos ahora mismo nuestros mensajes de WhatsApp y hagámonos una idea de lo que habría ganado esa forma de comunicación, y cómo se habrían evitado malentendidos, si el uso correcto prevaleciera. Pero más bien ocurre lo contrario, y es una desgracia).

¿Una ociosidad, el tuit en cuestión? Claro. Y peor si uno repara en que hay formas inmensamente mejores de pasar por esta tensa espera. Dejando de asomarse a las redes, para empezar.

 

J. I. Carranza

Mural, 9 de abril de 2020