Lo dicho: por absurdas o ridículas que hayan podido parecer al ser pronunciadas, las declaraciones de la senadora Jesusa Rodríguez contras las becas a la creación artística pronto tuvieron eco, y, al amplificar ese eco la agencia noticiosa del gobierno, quedó claro que se trata de una andanada en toda forma contra el aparato estatal que, hasta que dio comienzo la «transformación» en curso, venía apoyando el trabajo de los creadores en este país. Sí, lo dicho por la senadora sonaba irresponsable, o fruto de la ignorancia (y ni tanto, pues bien que ella se ha beneficiado de los apoyos estatales), pero el modo en que cobró forma el sentido de esas declaraciones (los artistas son privilegiados, son vividores, deberían desaparecer las becas, sólo sirven para alimentar parásitos), con acusaciones a sujetos concretos y ataques a su prestigio, y con absoluto desdén de sus obras, contará como indicio cuando nos preguntemos en qué momento esto se volvió irremediable.

El oficiante de Palacio Nacional, cuando su homilía fue importunada para que se pronunciara acerca del predicamento en que podrían estar los apoyos a la cultura, hizo lo que sabe: decir nada. Dijo que primero habría que ver qué se entiende por cultura, cosa que según él se refiere a lo que proviene de los pueblos originarios. Que no se haga: bien que sabe de qué se está hablando. Escurridizo y taimado, con sus borucas deja claro el poquísimo interés que tiene en el asunto y, más bien, su voluntad de que sus acólitos hagan con la cultura lo que les venga en gana. ¿Y qué van a hacer? Lo que ya han mostrado: arrasar con lo que hay. ¿Para poner qué? Quién sabe.

Bien lo dijo el cineasta Arturo Ripstein en la entrega del Ariel: «El mecenazgo de Estado no es una dádiva generosa […] Es un deber del Estado. Así tiene que entenderlo la sociedad. Así tiene que entenderlo el Gobierno». El Fonca, que tanto le repugna a la senadora Rodríguez, ha posibilitado, a lo largo de treinta años, que sus beneficiarios den forma a mucho de lo mejor que tiene la cultura en este país. Y el Estado tiene que garantizar que así siga siendo. Por más que la senadora se tuerza de rabia, o que el Presidente siga haciéndose el que no entiende.

 

J. I. Carranza

Mural, 27 de junio de 2019