En México y otros países, leerle a alguien la cartilla significa hacerle ver sus deberes y, tácitamente, advertirlo acerca de las consecuencias de que no los cumpla. Es una expresión muy probablemente originada en la fundación, en 1844, de la Guardia Civil española, para la que el II Duque de Ahumada redactó un código de conducta, base del actual reglamento de ese cuerpo. El uso que hoy damos a la expresión lleva implícitos los sentidos de reprimenda y amenaza: si te leen la cartilla es porque ya la infringiste, y a la siguiente que hagas así te va a ir.

Bueno, pues al Presidente de la República le dio por leernos la cartilla. Lleva rato haciéndolo, claro: en gran medida, ha trabajado el carisma que sus fieles le encuentran con un discurso, maniqueo y no pocas veces santurrón, que funciona a fuerza de absolutos morales y simplificaciones de la realidad; también con gestos propios de un ministro espiritual (perdón, amor, buena fe) cuya autoridad dimana de su propia supuesta integridad. Y la que nos viene a leer es la Cartilla moral de Alfonso Reyes, un texto más bien empolvado, amén de soporífero, que condensa un puñado de obviedades para cualquiera que haya tenido una clase de civismo en la vida (o bien, que haya ido alguna vez a la doctrina).

Pobre don Alfonso: no son sus páginas mejores. (A mí me cae muy bien como ensayista cuando lo mueve el sentido del humor). Al margen de eso, ¿qué significa esta publicación? En la nota de presentación, López Obrador deplora «la pérdida de valores culturales, morales y espirituales» que ha provocado el actual estado de las cosas en México. Acaso no le falte razón. Pero uno querría que esos valores empezaran a restablecerse arreglando el desastre educativo, haciendo valer las leyes, metiendo a la cárcel a tanta rata, y no queriendo que nos aprendamos un catecismo. Es pura cursilería, y la cursilería es pura forma hueca, puro vacío.

Pero le hicimos caso al Presidente y en familia nos pusimos a tratar el tema (así dice que hagamos, como padre magnánimo y regañoncito). Y lo dejamos por la paz cuando mi esposa me dijo: «Esto es para que lo lean las mamás de los huachicoleros, uno qué». A ver si ellas sí le tienen paciencia.

 

J. I. Carranza

Mural, 17 de enero de 2019