¿En qué momento la memoria colectiva se convierte en historia? Quiero decir: ¿qué decide que determinados acontecimientos adquieran carácter de hitos a los que se vuelve para reconocer con certeza el camino recorrido, y por qué otros permanecen —cuando permanecen— en el pasado de un modo más impreciso o hasta dudoso, hasta que finalmente acaba por emborronarlos el olvido? En el último medio siglo de la vida de México, tiene algo de asombroso que aún seamos capaces de volver la vista sobre la matanza con que el Estado reprimió brutalmente el movimiento estudiantil y popular de 1968. Tan abocado a las crisis incesantes y siempre urgentes que el presente le impone, México es un país donde prospera muy bien la desmemoria. Por pasmosos que puedan parecernos en su momento, hay hechos que, como sociedad, parecemos incapaces de retener. ¿Porque la acumulación de horrores, por ejemplo, es tal que se nos vuelve inmanejable? ¿Porque la realidad que presenciamos yendo sin parar del espanto a la indignación ha terminado por modificar nuestra sensibilidad y nuestra inteligencia de las cosas al grado de que cada vez sabemos menos —o ya ni siquiera nos lo proponemos— registrar el desastre que venimos atravesando desde siempre?

Tiene algo de asombroso, digo, y habría que preguntarse por qué ha sido así, el hecho de que aún tengamos presente aquel episodio, cuyas repercusiones es posible identificar en los rumbos que tomó la vida pública. ¿Cuáles pueden ser las consecuencias de que hoy no lleguemos a preservar de igual modo (en nuestra memoria, para que acaben por contar como historia) otros acontecimientos que, por traumáticos, son decisivos? ¿Dentro de medio siglo se recordará la atrocidad que tuvo lugar en Iguala hace cuatro años? O no nos vayamos tan lejos: ¿dentro de cuántas semanas ya se habrá desvanecido de nuestra precaria atención la impresión que nos causó enterarnos de que un tráiler lleno de cadáveres estuvo recorriendo esta ciudad hasta que lo delató el hedor de la ineptitud y la salvajada de quienes lo pusieron a rodar? Tal vez la conmemoración de lo que pasó en el 68 sirva para pensar en eso: ¿aún podemos tomar un rumbo distinto del que nos conduce al abismo del olvido?

 

J. I. Carranza

Mural, 27 de septiembre de 2018