Estamos, por lo pronto, en el momento de las sugerencias, de las peticiones. Por las buenas, todavía. Apelando a nuestro supuesto sentido de responsabilidad con los demás; aludiendo, pero sin nombrarlo, a un civismo que, por rudimentario que sea, ya tuvo que haberse activado en cada ciudadano. El gobernador dice felicitarnos por hacerle caso: acto seguido, alarga el plazo y vuelve a pedirnos (todavía con palabras suavecitas, por más que suenen a ladridos de perro amarrado) que nos aguantemos tantito más. Si vemos las experiencias de otros países —donde, no obstante, el contagio y la mortandad han prosperado—, a estas invitaciones siguieron las conminaciones, y luego las admoniciones, y luego los toques de queda, el confinamiento forzoso, la suspensión de las garantías individuales, la acción policiaca contra los necios.
¿Era un proverbio árabe? «Espera lo mejor, pero prepárate para lo peor». Tengo la sospecha de que, habituada como está a vivir en lo inimaginable (la realidad psicótica y ensangrentada de todos los días en este país), la sociedad mexicana no es apta en absoluto para creer que lo peor está por venir. Tan hemos dejado de creer en que algún día recuperaríamos la cordura (y en este país habría justicia, libertad, paz y futuro), que ya tampoco sabemos reconocer cuando estamos encaminándonos al abismo. Tampoco es que sepamos mucho para dónde hacernos, en este angosto desfiladero que corre a lo largo del barranco interminable que es la precariedad de la existencia para millones y más millones.
Una señal de nuestro descreimiento: ante la perspectiva de que el confinamiento o la restricción de movimientos se prolonguen, lo que más parecemos temer es el tedio. No el contagio, no que los seres queridos se mueran, no que nosotros mismos caigamos; no la monstruosa crisis económica que ya está abalanzándose sobre nuestras siguientes décadas. No: lo que nos asusta es llegar a aburrirnos. ¡Ah, las legiones de mamás y papás que dan de alaridos porque al tercer o cuarto día ya no saben qué hacer en casa con sus hijos, más que enloquecerlos y dejar que los enloquezcan! Eso: queremos que esto se acabe porque es muy aburrido. Ojalá que sólo esa amenaza nos rondara.
J. I. Carranza
Mural, 26 de marzo de 2020