En vista del elenco de impresentables que históricamente han desfilado por el Poder Legislativo, no es en realidad insólita la presencia ahí de alguien como la senadora Jesusa Rodríguez. Es más: raro sería ver una legislatura en la que no hubiera ejemplares así. Lo que sí parece inexplicable es que se les haga caso. O, más bien, es injustificable: se comprende que los disparates, los argüendes, los exabruptos o las sandeces atraigan sobre sí la atención de la prensa, que sabe que haciéndoles eco va a atraer, a su vez, la atención del público; pero no habría por qué tomar en serio esas voces… ¿O sí? Si algo estamos aprendiendo en la «transformación» en curso, es que conviene no desestimar el efecto que puedan tener las peores ocurrencias, las ideas más ridículas, los rencores vueltos planes de gobierno, las inspiraciones más absurdas convertidas en acciones por obra y gracia de cualquier orate, con sólo que esté en la posición indicada.

Por esto, aunque venga de quien viene, puede ser preocupante el hecho de que a la enemiga de los tacos de carnitas le haya nacido, ahora, emprenderla contra las becas que el Estado da a la creación artística. Ya estuvo bien de mantener parásitos, se entiende que dice, cuál justicia social podrá haber mientras sigan preservándose los privilegios de estos vividores. En ese mismo tenor, también al subsecretario de Educación Superior se le hizo que es momento de quitarles recursos a los investigadores que, según su apreciación, forman una «hiperélite», una «casta» a la que no habría por qué estimular. Sí, podrá darnos risa o darnos pena —más bien— la visión que el funcionario y la senadora tienen de la responsabilidad del Estado mexicano con quienes trabajan en el arte o en la ciencia. Pero lo cierto es que estos ataques revelan el acendrado antiintelectualismo del gobierno y de su partido. Para asfixiar a quienes piensan distinto que ellos, qué importa que nadie piense.

Las declaraciones de la senadora, por insensatas que sean o por mucho que revelen de su ignorancia o de su perversidad, bien podrá sobrar quien las tome en serio, y las aplauda, y las convierta en realidad. Para no ir más lejos, el habitante de Palacio Nacional.

 

J. I. Carranza

Mural, 13 de junio de 2019