Aunque es evidente que falta mucho, todavía, para dar por terminadas las obras del Paseo Alcalde, lo que por ahora se ve permite ir haciéndose una idea del modo en que el centro de la ciudad habrá sido alterado por esa obra. De entrada, da la impresión de que la lentitud exasperante de los trabajos es absurda en razón de los resultados: al margen de los desafíos que haya encontrado el paso de la tuneladora famosa, desde la Normal y hasta la Plaza de la Bandera, al volver peatonal el tramo de superficie desde aquella glorieta hasta San Francisco se desaprovechó una oportunidad magnífica, ya no digamos de embellecerlo, sino al menos de darle dignidad. No se trataba, podría pensarse, únicamente de sacar a los vehículos de la avenida Alcalde-16 de Septiembre: era la ocasión de que floreciera ahí, del mejor modo, la vida a pie que los reemplazara. Y lo que se hizo, más bien, fue desplegar una serie de ocurrencias lamentables.

(Dije antes que la lentitud de la obra podría parecer absurda. Corrijo: en una realidad como la mexicana, la proliferación del desastre es siempre perfectamente explicable por causas como la ineptitud y la deshonestidad de las autoridades en turno y la impunidad que premiará las dagas que hagan. Así que nada de absurdo: la Línea 3 del Tren Ligero es un óptimo resumen de esa lógica impecable).

Un ejemplo: la remodelación de los jardines de Aranzazú y San Francisco (y esto por no hablar de los graves daños estructurales que ha sufrido este último templo, como otros edificios de la zona). Los que eran espacios vivibles, gratos aun en medio del tráfico de las calles y del ruido, fueron despojados de buena parte de su arbolado y de sus prados, así como de todas las bancas y jardineras. A cambio de éstas, quedaron, para sentarse, sólo unas tripas cúbicas de cemento, lejos de toda sombra, que no tardarán en estar desportilladas y grafiteadas. También hay, por Corona, una pérgola pelona, con unas mesas también de cemento, al rayo del sol. Nadie se sienta en esos adefesios.

Seguramente la pregunta no es a quién se le ocurrió —ya se sabe que saberlo no sirve para nada—, sino quién y cuándo y cómo tendría que remediarlo. Si es que se remedia algún día.

 

J. I. Carranza

Mural, 18 de abril de 2019