Era inevitable que el eructo de Paco Ignacio Taibo II tuviera tanta resonancia. Aun cuando lo dicho no sea extraño que saliera de la boquita del próximo director del Fondo de Cultura Económica, el hecho de que lo haya soltado en la FIL amplificó su sonoridad y propició, también, el alud de reacciones airadas y ofendidas e indignadas. Dos cosas: una, ni que no supiéramos, desde hace mucho, quién es y cómo se las gasta este hombre que, a juicio de López Obrador, es el idóneo para hacerse cargo de una de las instituciones más respetables de la cultura en México. Y la otra: ¡ahora resulta que a todo el mundo le importa el Fondo! Pero ni modo, así estamos y así vamos a estar: de un lado el exabrupto colérico, vengativo y sarnoso, y del otro el espanto hipócrita, gemebundo y ridículo.
Ese día estaba yo paseando por el pasillo de las independientes y me encontré, en el stand de Impronta, una edición bellísima de El guardagujas de Juan José Arreola, realizada en impresión tipográfica por Ediciones del Triciclo. Se tiraron solamente 99 ejemplares, numerados, y el proceso fue largo, laborioso, pero sobre todo amoroso. Es claro que se trata de ese título porque éste ha sido el año del centenario de Arreola, y qué mejor forma de celebrarlo que así. De manera que, ante esa maravilla, me dio por pensar en la remotísima ocasión en que la FIL puso a platicar al escritor de Zapotlán con su amigo del alma Antonio Alatorre —recordaban a Rulfo entre los dos, y el fantasma de éste intervenía elocuentemente con su silencio. Eso me llevó a reparar en que tanto Alatorre como Arreola habían trabajado en el Fondo de Cultura Económica, como tantos otros nombres formidables que han trazado su historia. ¿Qué tuvo que descomponerse tan atrozmente en la cultura de este país para que esa historia terminara desembocando en esto?
Y, por otro lado, también habría que preguntarse (aunque seguramente la respuesta no es demasiado misteriosa): ¿por qué mucho de lo más notable que llega a suceder en la FIL, hoy en día, son los escándalos y los argüendes, la frivolidad de sus protagonistas más conspicuos y orondos, las sandeces que saben soltar ahí porque bien al tanto están de cómo retumbarán?
J. I. Carranza
Suplemento PERfil de Mural, 30 de noviembre de 2018