Puede que, sin saberlo, quien quiere leer lo que busque sea literatura. En este punto pueden pasar varias cosas: que tenga suerte y se encuentre en su camino un libro que le recomienden; que la recomendación provenga de alguien cuyo juicio sea digno de tenerse en cuenta (alguien con cierto nivel de educación, vamos); que la lectura confirme que la recomendación fue buena… En cualquiera de estas posibilidades, hay el riesgo de que la cosa se estropee: si el recomendador es un orate o tiene pésimo gusto, o, si no lo es, quizás la lectura que recomiende no sea la idónea (por una infinidad de factores que sería imposible calibrar a la hora de decir: «Lee este libro, a mí me encantó»).

O bien esto: quien quiere leer se abstiene de pedir recomendaciones y se dirige por su cuenta a una librería o a una biblioteca. ¿Qué va a guiarlo en sus elecciones? Se querría creer que los libros mismos van a llamarlo, o que quizás reconocerá algún eco de su propia educación para saber por dónde irse («Como que me acuerdo de que mi maestra en la secundaria nos hablaba de un libro que la entusiasmaba mucho…»). Pero lo más probable es que, si entró a una librería, sean la mercadotecnia y la publicidad quienes le pongan los libros en las manos —en una biblioteca, me imagino, debe de ser mucho más difícil abrirse camino por primera vez… y me temo que esa primera vez frecuentemente terminará siendo la única.

¿Y qué va a acabar leyendo así? Lo que el mercado mande. Los libros famosos, las novedades más rentables, las páginas sensacionales que se supone que todo el mundo está o debería estar leyendo. Así que, si alguien quiere leer, será muy fortuito que llegue a las obras verdaderamente indispensables. Los buenos maestros (que, además, sean confiables) ayudan, los amigos con cierta experiencia también, muy rara vez la prensa, y no se diga la especializada (que casi no existe), y, quizás de modo todavía más excepcional, los editores y los libreros (de la literatura que vale la pena, se entiende), que, en el fondo de este laberinto, con muy escasa visibilidad y las penurias de siempre, tienen complicadísimo hacer las señales debidas a los potenciales lectores para que lleguen hasta ellos.

J. I. Carranza

Mural, 22 de noviembre de 2018