Con la prisa que tenemos por indignarnos, parece prescindible oír o leer bien.

 

Que un medio saque de contexto una declaración para que suene escandalosa se explica porque así se asegura la atención de su público, que siempre preferirá el argüende por encima de la verdad, pues ésta es menos deseable que insípida. Cuando ya sólo muy rara vez puede ofrecer exclusivas, hay prensa que las inventa, y lo hace confiada en nuestra desprevención, en nuestra credulidad, y sobre todo en nuestra negligencia para rascarle tantito y ver si la declaración en cuestión dice lo que se nos quiere hacer creer. Basta el petardo, que en la humareda que suelte no iremos a buscarle explicaciones. Nos urge más indignarnos que saber si lo estamos haciendo con fundamento, y esto tiene al menos dos causas: una, que estamos ariscos y ya cualquier vistazo a la actualidad noticiosa nos surte de motivos para repelar o aullar; otra, que está a nuestro alcance exhibir de inmediato nuestra cólera —tan veloz como inútil en la gritería que nos tiene ensordecidos: a este respecto, no está de más recomendar un reciente artículo publicado en The Globe and Mail acerca de cómo nuestra ira, tan abundante y dispersa en las redes sociales, está favorecida por algoritmos que la aprovechan y la alientan: la indignación vende muy bien (goo.gl/UJrit9).

Mario Vargas Llosa, qué duda cabe, es el caso de esos malentendidos que la cultura frívola deja crecer, hasta el punto en que se da por hecho que importa lo que dice. Importan sus novelas, y hasta ahí. Lo demás ha sido protagonismo pernicioso. Pero de eso a que una declaración suya, tergiversada, sea la gasolina para prenderle fuego, hay un buen trecho. Y si se atiende a las palabras que pronunció antes y después de las que se sacaron de contexto en una entrevista telefónica («El que haya más de 100 periodistas asesinados en México es, en gran parte, por culpa de la libertad de prensa»), se verá que la barbaridad que pareció decir no era tal. (Ha dicho y seguirá diciendo otras, pero tan fácil como ni voltear a verlo).

Claro: quién va a tener la paciencia de buscar esas otras palabras. Estamos demasiado atareados en enfurecernos. Y eso nos hace más dóciles, como bien lo sabe la prensa aviesa que sabe que todo nos lo tragamos tal como nos lo dé.

 

@JI_Carranza

 

Publicado el 22 de marzo de 2018. Sección Cultura, Periódico Mural