Empezando por el nombre que se ha dado a sí mismo, «Cuarta Transformación», el régimen en curso busca afirmarse no sólo como una inflexión decisiva de la historia, sino también como una fuerza justiciera por la que nos desharemos de taras atávicas y podremos ver de frente un pasado glorioso que se nos ha ocultado. Ambas intenciones, en gran medida, obedecen a las veleidades de profesor de historia patria que caracterizan al líder del régimen, entusiasta fan de ciertas figuras en las que se espejea y detractor enconado de otras que detesta. (El último presidente así de apasionado fue López Portillo, que se creía una reencarnación de Quetzalcóatl).  

       En cuanto a lo primero, no se dice pero ha de entenderse que el viraje que estamos dando (presidido por las miradas ceñudas de Juárez, Zapata, Cárdenas et al.) nos encauzará, de una vez por todas, hacia un porvenir próspero y justo. ¿Destino manifiesto, fin de la historia? Quién sabe. Al ver el entusiasmo con que los corifeos del líder celebran ese supuesto volantazo, yo más bien me acuerdo de aquella proclama inolvidable de Fidel Velázquez: «Nuestra meta será siempre un futuro promisorio».

       Lo curioso es que esa avanzada que nos lleva ya hacia un mañana pletórico de fraternidad y honestidad se insista en hacerla con la mira puesta en quitarle lo feo a nuestra memoria, o de plano queriendo rehacerla por completo. Se retocan los relatos, se reajustan las fechas, se tiran estatuas, se desentierran héroes, se cambian los nombres (ya hay una iniciativa en la Cámara de Diputados para que el Mar de Cortés —se les estaba olvidando— se convierta en Mar Yaqui)… Y no es que no haga falta, siempre, reflexionar acerca del camino recorrido y tomar nota para el que hay por delante: el problema es que las restauraciones en boga sean, antes que otra cosa, mero alarde. Un monumento a la mujer indígena no es justicia: es afrenta para todas las mujeres indígenas que malviven entre la pobreza y la violencia de este país enemigo. Y, más que alarde, ese afán evidencia cómo este régimen, incapaz de saber qué hacer con nuestro presente en llamas, mejor quiere entretenernos con el pasado. ¿Para que no veamos cómo el futuro está evaporándose?

J. I. Carranza

Mural, 23 de septiembre de 2021.