Ahora ha trocado en burla su desdén por la causa de las mujeres —lo que equivale a decir: su desdén por los cientos de miles de mujeres discriminadas, excluidas, oprimidas, vejadas, intimidadas, amenazadas, agredidas, acosadas, cazadas, golpeadas, violentadas, torturadas, mutiladas, violadas, desaparecidas, asesinadas; lo que equivale a decir, su desdén por las mujeres. Cínico y guasón (y rabioso: ya veremos los efectos del incremento sostenido de su ira), afirmó, primero, que el día en que las mujeres habían programado un paro nacional, él iba a estar vendiendo los billetes de su lotería ofensiva y ridícula. Luego se «corrigió»: dijo que el paro «ni lo tenía en mente». Se la pasa jugando, payaseando.

Entre otras cosas, lo que tiene de muy significativo el paro del 9 de marzo es que con él las mujeres buscarán ausentarse de la vida para enfatizar así cómo, para esta realidad enemiga, son invisibles y no cuentan. Bien, pues él es el primero que está confirmándolo: ni las ve ni las oye ni se le ha ocurrido hacerlo. Tampoco a quienes lo asesoran —o, si sí, no les ha hecho caso. Tan no le importan que sigue en lo suyo: llevar nuestra conversación oligofrénica siempre hacia donde él quiere.

En «Una habitación propia», su luminoso ensayo de 1929, Virginia Woolf observó que una de las razones del desprecio ancestral de los hombres por las mujeres es que éstas encarnan la posibilidad de disminuir o desmentir el sentimiento de superioridad masculino. Esto, huelga decirlo, se verifica lo mismo en el ámbito privado que en el público, y es particularmente notorio en las conductas de los hombres poderosos: «…tanto Napoleón como Mussolini insisten tan marcadamente en la inferioridad de las mujeres, ya que si ellas no fueran inferiores, ellos cesarían de agrandarse». ¿Por qué el habitante de Palacio Nacional está obstinado en su desdén? Siguiendo a Woolf, podría responderse que es por «la enorme importancia que tiene para un patriarca, que debe conquistar, que debe gobernar, el creer que un gran número de personas, la mitad de la especie humana, son por naturaleza inferiores a él. Debe de ser, en realidad, una de las fuentes más importantes de su poder».

Eso cree, seguramente.

J. I. Carranza

Mural, 5 de marzo de 2020