Sorprende, hasta cierto punto, que el anuncio que hizo el Presidente del nuevo complejo cultural en que se transformará el Bosque de Chapultepec haya pasado por delante de nuestra atención pasmada sin demasiado escándalo. Por supuesto, la demencial actualidad noticiosa nos tiene demasiado atareados con incontables ocasiones para vivir atónitos. Pero este anuncio, sospecho, acaso ha parecido inofensivo por su naturaleza: en parte porque se admite tácitamente que lo que se haga por la cultura ha de ser, en principio, bueno que se haga; pero también porque la cultura acaba siendo siempre una materia extraña de la que no se sabe qué pensar, y porque en el fondo a nadie le importa gran cosa.

Será, en palabras de López Obrador, «el proyecto artístico y cultural más importante del mundo en cuanto a arte». Ochocientas hectáreas en las que se «articularán» los espacios museísticos ya existentes, más otros que se creen (un «museo de la diversidad», entre ellos). Como suele pasar cuando el Cuarto Transformador promulga las ocurrencias más desmesuradas de su gestión, los costos de ésta, y también los estudios que tendrían que avalarla (por qué hace falta, cuáles serán sus beneficios), son datos tan insignificantes que no hace falta darlos a conocer. O que no se conocen. Lo que sí se sabe es que en la concepción del proyecto está la mano de Gabriel Orozco. Y ya esa presencia hace recordar otra obra faraónica, la Biblioteca Vasconcelos en que se centró la «preocupación» de la administración de Vicente Fox, donde aún pende el esqueleto de ballena firmado por el artista veracruzano que ahora está por hacer de las suyas una vez más. ¿Así como Fox quiso entonces perpetuar su memoria ahora pretende hacerlo López Obrador?

En todo caso, queda claro algo: aquello de la descentralización, en el terreno de la cultura, se limitó a mandar la Secretaría correspondiente a Tlaxcala. Pues, en lugar de atender necesidades reales de toda la República, se ha preferido este «proyecto del sexenio» para la capital —donde se concentra la parte más importante de la infraestructura cultural del país. Ya veremos, de aquí a unos años, en cuánto nos va a salir el chiste. Y para qué va a terminar sirviendo.

 

J. I. Carranza

Mural, 4 de abril de 2019