Fuimos a la Ciudad de México, movidos por la creencia de que el tiempo de vacaciones es idóneo para pasear allá. Y descubrimos enseguida que es una creencia falsa, pues, por más capitalinos que decidan desalojar esos días, nunca serán suficientes como para dejar las calles mínimamente transitables. (No obstante, el día de Navidad sí parecía aquello —el centro histórico— el gigantesco set abandonado de una película apocalíptica: todo cerrado, desolado, inmundo y siniestro). Hicimos algunas de las visitas de rigor: Bellas Artes (para ver la exposición de Kandinsky, que es una maravilla), Catedral (había dentro policías armados que nomás dejaban pasar a quienes iban a misa), a comer quesadillas sin y con queso… Y a Palacio Nacional, en cuyas entrañas descubrimos un insospechable jardín botánico que debe de contar como uno de los acontecimientos más insólitos en la vida de la ciudad. (Muy cordiales, por cierto, todos los policías militares que custodian el recinto, pero tanta obsequiosidad, así tan repentina, tiene algo de ominoso). La calle Madero es una maqueta muy elocuente que representa bien a este país desenfrenado: atestada día y noche, ensordecedora, los extremos de la sociedad que es posible atestiguar ahí conviene tenerlos en cuenta siempre para saber que nuestra realidad particular está inmersa en una muchísimo más compleja y disparatada que a veces se nos olvida.

Luego, ya sin hallar muy bien qué hacer aquí para seguir pasando estos días, fuimos a pasear al centro tapatío. Si uno está en la edad en que es preferible descansar que entretenerse, pero tiene al lado a una creatura para la que el aburrimiento es lo peor que puede haber en vacaciones, hay que resignarse y levantarse de la cama. De manera que tuvimos ocasión de comparar. Y lo cierto es que, ya con esa perspectiva, el corazón de Guadalajara está muy lejos de albergar la ruina y el desastre que pueden encontrarse en el de la Ciudad de México. Aquello es una locura casi irremediable. Aquí todavía puede haber esperanza para que sea un espacio vivible. ¿Qué hace falta? Yo me centraría en un aspecto: la basura. Que el Ayuntamiento limpie todo lo tiene que limpiar. A diario. Y con eso. Para empezar.

 

J. I. Carranza

Mural, 3 de enero de 2019