Todo fuera como en la tele: un profesor de filosofía al que sus alumnos le hacen caso.

 

No será una serie exitosísima, pero, por su tema, ya es extraordinario incluso que no haya sido cancelada de inmediato por falta de público. Pues lo tiene, y parece que está llamando cada vez más la atención, y también gustando: con frecuencia me encuentro recomendaciones de espectadores entusiastas y hasta de críticos que respeto. Hablo de «Merlí», la producción catalana que va en su tercera temporada, y que tiene por protagonista a un profesor de filosofía que batalla por abrirle espacios a esta materia entre los alumnos y los colegas profesores de una escuela pública —equivalente a la prepa— vamos.

No es que batalle mucho, este profesor, pues la ficción aceita bien las cosas como para que sus alumnos, para empezar, le hagan caso. Los problemillas que enfrenta son atribuibles a su carácter rezongón y socarrón, dado como es a decir lo que piensa y a no tomarse en serio las formas. A su alrededor, los estudiantes —entre los que se cuenta su hijo— van padeciendo las vicisitudes propias de la edad (se supone), entre las que tienen primacía las amorosas, por lo que la trama en general no es muy distinta de las de novelas de adolescentes, y por eso la serie puede hacer desesperar a quien (es mi caso) no aguante mucho el melodrama tontolón. No obstante, si se hace eso a un lado, hay que reconocer que tiene su encanto el abordaje del estudio de la filosofía y cómo los guionistas consiguen entreverar en lo que pasa las consideraciones acerca de autores y escuelas. Creo que en este sentido, bien puede funcionar como divulgación, y ya eso es bastante. Yo no recuerdo bien cómo pudo ser la embarrada de filosofía que debió darme el bachillerato. Tuve dos profesores: uno era un orate que aseguraba que lo perseguían terroristas japoneses con bazucas. El otro, entrañable, era muy bueno para provocar la discusión, pero al frente de más de setenta bestias tenía muy difícil ir más allá de sacudirnos la modorra, y no conservo ningún rastro de los contenidos que tuvimos que ver. En «Merlí», uno se ilusiona con que la filosofía pueda ir dejando huella en los jóvenes que van probándola. Pero, bueno, ya se sabe que lo bonito de las ilusiones es que nos hacen olvidarnos de la aceda realidad.

 

@JI_Carranza

 

Publicado el 1 de marzo de 2018. Sección Cultura, Periódico Mural