Sería necio criticar las razones por las que Guillermo del Toro se ha ganado el aprecio del público. Por una parte, sus logros como cineasta exitoso; al margen de la ponderación crítica que pueda hacerse de su obra, sus triunfos son levadura para la alegría nacional, cosa que siempre se agradece, y Del Toro ha podido poner su reconocimiento al servicio de causas que importan: por ejemplo al figurar como productor del documental Ayotzinapa, el paso de la tortuga, su nombre ahí lo blindó contra las amenazas que enfrentaban sus hacedores. O bien ahora que aprovechó la colocación de su estrella en Hollywood para hablar por los migrantes mexicanos en Estados Unidos.

También están sus gestos de solidaridad y filantropía: al becar estudiantes, al entrarle con su lana para pagar la biopsia de una mujer, al ofrecerse a pagar los boletos para que la selección mexicana se lanzara a las Olimpiadas Matemáticas en Sudáfrica… Al mostrar esa buena voluntad, Del Toro se granjea el cariño de la gente, sobre todo en este país donde la realidad puede ser tan adversa para quienes buscan oportunidades. Hablando particularmente de Guadalajara, muchos tapatíos han podido disfrutar de la exposición de los monstruos, y de los conciertos, de las clases abiertas. Y, encima, por muy oscareado que esté, sigue yendo a desayunar gorditas en Santa Tere.

Todo eso está muy bien, y explica que circule una iniciativa para ponerle su nombre a Federalismo. Pero, más allá de que las causas promovidas en redes se puedan tomar en serio —yo me apunté para la resurrección de Juan Gabriel, pero no alcancé a ir (ni tampoco Juan Gabriel)—, nunca falta el político oportunista que pueda abrazar esta causa, y entonces ya no es tan improbable que prospere. Además, habría que pensar que hay muchos otros ilustres pendientes de honrar así (faltan una avenida Juan José Arreola, un parque Luis Barragán, un aeropuerto Juan Rulfo), y, también, que siempre es prematuro dedicarle una calle a alguien vivo, pues siempre cabe la posibilidad de que nos arrepintamos. Podrá no ser el caso de Del Toro, pero mejor será esperarse a que Diosito lo llame. Mientras, que siga chambeando, y que la gente siga disfrutando lo que hace.

 

J. I. Carranza

Mural, 8 de agosto de 2019