Obvio: el éxito de la presentación de un libro se mide por la cantidad de lectores que, al final, saquen la cartera para llevarse un ejemplar. Para que eso pase, tienen que haberse cumplido varias condiciones: para empezar, que esos lectores se hayan enterado de la presentación, que hayan juzgado que podría interesarles, que hayan asistido y que no se hayan salido antes de que terminara. Lo primero, en una concentración de actividades tan densa como la FIL, es muy difícil de lograr: hay que ingeniárselas para que una presentación, cualquiera, logre atraer la atención de la gente. Y los formatos del programa, tanto impreso como en sus versiones electrónicas, ayudan muy poco, pues no basta leer ahí el título del libro y los nombres del autor y los presentadores. Las editoriales, entonces, tienen que hacerse publicidad como pueden, del volante-basura a la campaña ingeniosa en redes.
Una vez que el lector fue atraído, lo más importante sería hacer que se entere de qué se trata el libro, cosa que a menudo se saltan los presentadores, bien porque no lo leyeron completo, porque están ahí a fuerzas o porque prefieren dedicar los cincuenta minutos a hacer chistes privados con el autor. Pero supongamos que tienen la atención mínima con el público de informarlo acerca de lo que están hablando. Entonces, lo siguiente sería precisar las razones de que la lectura valdrá la pena para todo aquel que se anime a emprenderla. (Claro, hay autores que no necesitan nada de esto: los que, más que lectores, tienen fans o feligreses). Si el lector aguanta la presentación completa y se le brindan motivos en abundancia para que comparta el azoro o la felicidad experimentada por los presentadores, podrá haber quien salga con ganas de llevarse un ejemplar. ¿Lo va a desanimar el precio? Muy probablemente.
Si, aun con dolor de codo, acaba comprando el libro, ¡que aproveche y le pida la firma al autor, que para eso está ahí! Bueno, pues va a batallar para conseguirla. ¿Por qué? Porque ya estarán arreando a la multitud para que desaloje, porque no hay que estorbar en los pasillos, porque el autor ya se aleja trotando a otra presentación, porque en la FIL todo ha de acontecer frenéticamente.
J. I. Carranza
Suplemento PERfil de Mural, 28 de noviembre de 2018