Porque son tantas y se han sucedido sin pausa, casi no es posible darse abasto para registrar las dagas que la administración federal ha ido haciendo en su debut calamitoso —y para debut ya estuvo bueno. O es eso, o nuestra capacidad de consternación ya quedó saturada (a los seis meses: todavía faltan 66), y aunque cada día presenciemos nuevos colmos de improvisación, ineptitud, cinismo o marrullería, nuestras reservas de escándalo parecen ir agotándose. Por ejemplo, con lo que ocurrió con los Premios Bellas Artes de Literatura.
Como cada año, se lanzaron las convocatorias. O no como cada año: se suprimió un premio y a otro se le recortó el monto. La Coordinación de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes (y Literatura, eso se lo acaba de pegar la llamada Cuarta Transformación: a algún funcionario innovador le pareció que la literatura no contaba como una de las bellas artes) discurrió que, para participar, se pusiera en funcionamiento una plataforma digital en la que había que inscribir las obras y, al hacerlo, obtener un número y un formato que debía rellenarse a mano y enviarse por correo: la plica famosa. (Todo premio literario de obra inédita recibe los trabajos participantes firmados con pseudónimo, a fin de asegurar así que los jueces sean imparciales). Bien, pues al menos en cuatro de estos premios se abrieron las plicas, y de uno de ellos se filtró a los medios el listado de los participantes, con sus nombres reales, con lo que esos cuatro premios se echaron a perder. ¿Por qué pasó? ¿Se quería favorecer a alguien, y para ello se necesitaba ver quién concursaba? No lo creo: para eso, habría hecho falta que los jurados estuvieran coludidos, y aún no había jurados. Más bien fue pura y llana estupidez.
La titular de la Coordinación renunció. Se invalidaron los premios, luego volvieron a lanzarlos, aseguraron ahora que ya no habrá malhechuras ni descuidos. Pero lo más descabellado es que esto, a una semana de haber ocurrido, parece ya haber quedado en el olvido. Y es nomás una de tantas. Será porque ya sólo vivimos pendientes del estropicio que ahora mismo está teniendo lugar, y del que empezará dentro de cinco minutos, y así nos la vamos a llevar.
J. I. Carranza
Mural, 6 de junio de 2019