Cuando el impecable Eduardo Huchín Sosa me propuso sostener una breve correspondencia para conmemorar los cincuenta años de la muerte de P. G. Wodehouse, acepté entusiasmado por la posibilidad que esa práctica me ponía al alcance ser lo que siempre he querido ser: un escritor del siglo XIX. Pero, además, porque si una misión tengo en esta vida es la de esparcir la noticia de la existencia de Wodehouse, el autor más entrañable que ha habido y que habrá. Ojalá sea del agrado de ustedes esta conversación epistolar entre dos admiradores irredentos de Plum, y aspirantes —creo que con algún mérito— al Club de los Zánganos. What ho!
Para leer lo que nos escribimos, que se publicó en el número de febrero de 2025 de Letras Libres, favor de pasar por aquí.