Muy premiada, y bien recibida en general por el público, la serie Parks & Recreations se transmitió por televisión de 2009 a 2015. Durante sus siete temporadas, cuenta la historia de Leslie Knope, funcionaria del ayuntamiento de una pequeña ciudad, al principio subdirectora del departamento del título y luego política que hace carrera, ganando la competencia electoral por un puesto de regidora (su rival es hijo del rico del pueblo: un tarado). Es defenestrada después por el repudio de la población, vuelve a su antigua chamba, pero sus aspiraciones la llevan a encabezar una oficina del gobierno federal, y esta trayectoria va entreverada con los vaivenes de su vida personal y de las de sus compañeros de trabajo.
He estado viendo esta serie —o me entretengo con cosas así o con los desfiguros de las campañas en curso, y, bueno, no hay que pensárselo mucho— y la encuentro admirable y ejemplar. Lo primero, por el genio de Amy Poehler, protagonista y productora, y de sus escritores, que lograron una proeza: encontrar divertidísima la burocracia. Lo segundo, porque de la conducta del personaje de Poehler pueden desprenderse algunas reflexiones bastante serias, creo yo. Para empezar, se trata de una funcionaria responsable y diligente (a veces hasta la manía), y escrupulosamente honrada, para quien nada es más importante que el bien de los ciudadanos a los que sirve. Es decir, es una funcionaria imposible. O bien, como en cierta medida la ven cuantos la rodean, una lunática. Quiere trabajar, que las leyes se cumplan, que haya justicia, prosperidad para todos, y la persecución de sus ideales la mete en embrollos de los que consigue salir airosa. Es una optimista radical, comprometida a combatir la realidad que los gobernantes viles y los gobernados indolentes o convenencieros le oponen todo el tiempo. Es conmovedora.
La política, para Knope, es el medio para hacer un mundo mejor. Más o menos lo logra, pues, después de todo, se trata de una ficción. La serie surgió cuando el triunfo de Obama emocionaba a muchos —y qué gigantescas decepciones empezaron a incubarse entonces. Hoy, en Estados Unidos o aquí (y quizás sobre todo aquí), ¿a quién puede ocurrírsele semejante disparate?
J. I. Carranza
Mural, 17 de mayo de 2018